«y en fin viendo le morir: no tuue donde pudiesse reclinar la cabeça. Recibio·lo pues la manzillada y desconsolada señora en sus manos: y ayuntando su rostro con·el de su hijo, perdio los sentidos. Quien podria escreuir los entrañables lloros de·la Madalena: la qual besando con obediencia reuerendissima los pies de su maestro: en·los quales en·los dias passados hauia fallado abundantissima gracia: quando quiso soccorrer a·»