«en parayso. O ladron bienauenturado: quien te enseño (como dize el glorioso Augustino) sino el que padescia tan cerca de ti? O ladron glorioso: buelue te muy seguro a·la fuente de sempiterna misericordia: porque dexando ya de ser ladron de blasfemia, seas para siempre confessor de verdad. E boluiendo los ojos y el pensamiento, en·el recuerdo de·la ynnocencia de Christo con lagrimables sospiros començo de rezar. Señor acuerde»