«la qual merescio oyr de aquella boca diuina, de donde procie todo consuelo y reparo, aquellas palabras tan suaues y llenas de gozosa alegria: amigo hoy seras con mi en parayso. O ladron bienauenturado: quien te enseño (como dize el glorioso Augustino) sino el que padescia tan cerca de ti? O ladron glorioso: buelue te muy seguro a·la fuente de sempiterna misericordia: porque dexando ya de ser ladron de blasfemia,»