«el fijo del hombre: en·el qual como sabias no hauia sperança de bien ni salud. Quien podria, o alma deuota dignamente estimar el excessiuo llanto que la siempre virgen nuestra señora hizo oyendo tan iniqua y cruel sentencia? Quien ministraria a nuestros ojos fuentes tan copiosas de lagrimas, o hermanos carissimos: que podiessen aconsolar dolor tan sobrado, si Dios mismo no lo hiziesse? Boluiendo pues la manzillada madre, despues que»