«rompen la delicada carne y sanctissima la fuerça desmesurada de·los açotes, y con crueles golpes y espessos quebrantan las espaldas reuerendissimas. O quan graue cosa y llena de excessiuo dolor es, ver a Dios tendido delante del hombre: y ver padescer pena de muy culpado, aquel en quien nunca se pudo hallar señal de pecado. O pudo esso mesmo por otra causa Pilato mandar açotar a Jesu: como escriue Jeronimo:»