«de creer que algun rayo y fuerça de aquella gloria resplandescia de su rostro diuino, que heria y dañaua de tal suerte los ojos tramposos de·los judios: que cegados de inuidia, no podian los malauenturados çufrir el conspecto suyo precioso sin encubrir·le y velar·le. Por·ende o hermanos carissimos hijos de Dios: alexemos nos quanto pudieremos de poner velo en·el rostro de nuestro redemptor y maestro: pues»