«y encubierto aquel bienauenturado rostro lleno de gracia, nunca osaran poner las manos iradas y sacrilegas en·la persona del glorioso Jesu: y alabo en aquesto la diuina justicia, que siendo los scelerados ministros tan abjectos y viles, catando el piadoso rostro y esclarescido suyo, nunca sus ojos scelerados pudieran sostener el mirar·le: y los tristes para si mesmos escondieron a tiempo la faz del señor: la qual esperan ver»