«Egipto. E piadosamente juzgando estimo por verdadero lo que muchos contemplatiuos sintieron, conuiene saber que si los malignos judios no huuiessen velado y encubierto aquel bienauenturado rostro lleno de gracia, nunca osaran poner las manos iradas y sacrilegas en·la persona del glorioso Jesu: y alabo en aquesto la diuina justicia, que siendo los scelerados ministros tan abjectos y viles, catando el piadoso rostro y esclarescido suyo, nunca sus ojos scelerados»