«nuestro señor. Pues si a·las mujeres boluemos, no hay que dezir. no hay ya ninguna de qualquier condicion que sea, que no trayga el rostro apostemado de afeytes, las cejas y los ojos alcohollados, açicaladas tales de soliman y otras cosas tan abominables, que tienen por cosa muy vergonçosa traher el rostro con que nascieron, tanto que seria impossible creer que los que desuergonçadamente se componen, se recuerden de·lo»