«Dios por dineros. y tanto fue en fin lleno de ingratitud odiosa: que tuuo por muy rafez cosa, vender para la muerte, al que sabia ser señor de·la vida. y fue su malicia tan desenfrenada y tan aspera su dureza, que ni la alteza de·la apostolar dignidad, ni la familiaridad de·la cena, ni la humildad del seruicio, ni la suauidad de·la predicacion, ni la dulçor y blandeza»