«nos lleuante del sueño de·la ceguedad de·las culpas y que nos abra los ojos del entendimiento, para gozar con·el en·la gloria sin fin. O quan dulçe amigo es, o quan piadoso consolador, o quan poderosamente socorre a·los que le siruen: el qual por no dar lugar a caso de vanagloria, descendiendo del monte: mando a·los discipulos, que no comunicassen a nadi el sagrado misterio de·»