«delante tu majestad vazio de toda gracia: y sin sperança de ser oydo: boluere los ojos y pensamiento a·la sacratissima siempre virgen y madre Maria: llena de misericordia y de piedad: abogada de los tribulados. Y prostrado ante sus pies: besar los he con gran reuerencia: y si por ser ella tabernaculo y morada de·la incomprehensible diuinidad, siendo yo tan indigno, y tan gran pecador: no tuuiere por bien»