«quan sin manzilla el coraçon del sacerdote. a quien tantas vezes entra el fazedor de·la puridad. De·la boca del sacerdote no deue salir palabra alguna sino sancta: honesta: e prouechosa: pues tan a menudo recibe el sagramento. Sus oios deuen ser simples: e castos: pues suelen mirar el cuerpo de Christo. Las manos deuen ser limpias: e leuantadas al cielo: pues suelen tocar: e tractar al creador del cielo:»